
– Ummm, qué rico… Virgen Santa, qué placer para los sentidos, bendito Diosssss –decía en voz alta con auténtico fervor, a pesar de encontrarse sólo en casa. Sentado sobre uno de los tres taburetes altos que vestían el rincón de la enorme cocina, degustaba con verdadera pasión una Mousaka griega que él mismo había preparado el día anterior; cualquiera que lo hubiera oído y no visto, habría jurado sin titubear que aquel varón de edad adulta estaba experimentando un orgasmo de duración ...
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