
Sábado 2 de mayo de dosmilveinte; seis de la mañana.
Como si un imaginario toque de queda antiaéreo hubiera empezado a sonar de una punta a otra de nuestro país y así, con el día aún por amanecer, las azoteas, soñolientas, se miraron de reojo unas a otras. Todo se ha acabado, se dijeron… todo volverá a ser como antes, suspiraron.
En las casas, cientos, miles de corredores, de ciclistas y de deportistas en general, decíamos adiós a tantos sueños privados de libertad, porque por fin,...
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