
La mañana del pasado miércoles, mientras me desataba las cordoneras de mis zapatillas tras mi matutina sesión runnera, me vino al recuerdo la teoría del listón y con la perspectiva que concede sólo el paso del tiempo, comprendí algo que con veinticinco años menos veía de manera muy diferente.
Era aquella la época en la que el sueldo de las primeras nóminas te producía una honda satisfacción y también cuando el paso hacia la madurez comenzaba a dejar su imperceptible huella, transfo...
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